No me refiero al ritmo musical (salsa), me refiero a la comida. Para nosotros los mexicanos es muy común comer picante. Los consumimos en diversas formas, tamaños, colores y presentaciones. En ninguna mesa mexicana puede faltar el chile, aunque sea a mordidas como decimos nosotros.
La presentación más multifacética de este alimento es la salsa. La salsa acompaña prácticamente todos los platos fuertes mexicanos. Ya sea un guisado incluyéndola como el Pollo con Verdolagas en Salsa Verde, como acompañamiento en los Tacos, o sola con tortilla.
Hay diferentes variedades, la de molcajete, la de licuadora y la de metate. La primera es la más tradicional, se usa un instrumento semejante a un mortero pero hecho de piedra volcánica en el que se muelen el chile y diversos condimentos para darle mayor sabor. La de licuadora es prácticamente lo mismo pero en lugar del molcajete se usa la licuadora, siguiendo el mismo principio. La de metate es diferente a las anteriores y la más complicada, pues su cantidad de ingredientes y su tiempo de preparación la han hecho uno de los platillos más preciados de México, me refiero al mole, que prácticamente sigue el principio de la salsa: una mezcla de chiles y especias molidas de alguna manera.
Para acompañar al chile en esta preparación se puede utilizar uno o varios de los siguientes ingredientes: ajo, cebolla, comino, cilantro, jitomate (tomate rojo), tomate (tomate verde, más pequeño que el rojo y de sabor ácido), especias diversas que no opaquen el sabor del chile, entre otros.
Si hablamos de los chiles no acabamos nunca, pues hay tantas variedades y presentaciones. Se dividen principalmente en dos grupos: verde y seco. El seco es un chile secado al sol de manera natural sin procesos extras de deshidratación, simplemente se deja pasar el tiempo y se deja secar, por lo que obtiene un color rojo bastante fuerte. El verde es simplemente todo aquel chile que es fresco, no importa su color. Hablando de color, el chile puede ser verde, rojo, amarillo, anaranjado, morado e incluso hay unos que son casi albinos.
La forma es otro factor importante, para casi cualquier extranjero el chile es chile y se acabó. Pero eso dista de ser verdad, hay variedades que se distinguen por su forma. Los hay pequeños, medianos, grandes, muy grandes, redondos, largos, cortos, gorditos y flaquitos. Como regla general debe entenderse que entre más pequeño es más picante, por lo que el llamado chile piquín (rojo o verde, redondo y muy pequeño, como del tamaño de una uva pasa) debe su nombre al hecho de ser uno de los más picosos de nuestro país.
Si hablamos de nombres, veremos que hay un gran estereotipo respecto al chile habanero, en muchos lugares creen que los mexicanos nos la pasamos comiendo salsa de habanero y a todo le ponemos habanero. Esta variedad de chile es una de las más fuertes y se distingue porque en lugar de picar, quema, al grado que si en verdad comiéramos tanto, tendríamos todos perforado el estómago. He de aclarar que nos gusta que la comida pique, pero no que sea imposible de comer debido al alto grado de picante. El habanero se acostumbra más en los Estados de Tabasco, Chiapas, Campeche, Quintana Roo y Yucatán, es decir, al sur del país y en la península de Yucatán, aunque es más común el los primeros 3 Estados mencionados.
Para el mexicano no es suficiente con comer con una buena salsa recién preparada, por lo que sumamos otro ingrediente que es común en cualquier parte del mundo, pero no se usa tanto como en nuestro país. Me refiero al limón el cual utilizamos para casi todo lo que se pueda imaginar, desde comidas hasta postres, incluyendo bebidas. Tacos con limón, sopa con limón, agua de limón, pastel de limón, pescado con limón, carnes con limón, etc., etc.
Todo lo anterior es un motivo más para probar la comida mexicana en México, sea cualquiera el pretexto que utilicen para venir, es imperdonable perderse de esta curiosidades de nuestra comida.
Tenshi
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